PARTIDO CONTRA LA POBREZA.
Desde hace unos cuantos años la
inseguridad, la violencia y el delito constituyen uno de los principales
problemas de la ciudad de Lima. La violencia juvenil, expresada en pandillas
violentas y “barras bravas” (ultras del fútbol), ha pasado a ser un ingrediente
importante de inseguridad ciudadana. Las pandillas y las “barras bravas” están
íntimamente relacionadas. La existencia de estos grupos perturba la convivencia
ciudadana y la pertenencia a una pandilla puede convertirse en el primer
peldaño de la carrera delictiva y, a veces,
los pandilleros pueden ser utilizados como mano de obra barata del
crimen organizado. Las pandillas y las “barras bravas” son, además, expresión
de los problemas familiares, de la escuela y de la sociedad.
A comienzos de los años 90 en el distrito
El Agustino (190.000 habitantes) de la ciudad de Lima había treinta y seis
pandillas violentas que con frecuencia se enfrentaban entre ellas y causaban
destrozos y zozobra en la población. Además, sus integrantes se dedicaban al robo
y consumían algún tipo de droga. Muchos de los enfrentamientos entre pandillas,
en los que ha habido muertos, han estado relacionados con el fanatismo en el
fútbol o la identificación histérica con los colores de uno u otro equipo.
Los adolescentes y jóvenes integrantes de
pandillas provienen, en su gran mayoría, de familias desestructuradas, con
grandes problemas de violencia familiar interna, abusos y abandono. Se puede
suponer que, partiendo de esa situación familiar, cuando ingresan en el colegio
siendo niños van a tener problemas de aprendizaje, adaptación, integración,
etc… y el sistema educativo peruano, además de muchas otras deficiencias, no
está preparado para recibir a chicos y chicas con problemas. Como resultado de
esto, tarde o temprano, muchos desertan del sistema educativo o son expulsados
por ser “niños malos”. Lo que queda es la calle. Y, en la calle, la pandilla
que pasa a ser su “familia” porque acoge, protege, es solidaria…
En el Agustino trabajamos por convertir
estas pandillas violentas en asociaciones juveniles (Martin Luther King,
Mandela, Gandhi, Tupac Amaru, Che Guevara…) con ofertas educativas, de empleo y
deportivas para que los jóvenes puedan encontrar un “nuevo horizonte en sus
vidas”. En El Agustino gracias a esta labor se consiguió erradicar las
pandillas violentas y mejorar la seguridad ciudadana y la convivencia. El
deporte, en concreto el fútbol, ha resultado ser uno de los caminos más
efectivos para la convocatoria y la formación de los muchachos.
Al poco tiempo de constituirse la
Asociación Martin Luther King de ex -pandilleros, se creó el club Deportivo
M.L.K. Para comenzar este trabajo deportivo conseguimos un entrenador,
Marcelino Torres quien, además de ser un buen técnico, era, sobre todo, un gran
educador que llegó a entrar en la vida de los muchachos. Este fue el comienzo
para entender que el deporte podía ser y lo fue un instrumento privilegiado
para trabajar todas las carencias que traían los chicos provenientes de las
pandillas: normas, disciplina, relación con la autoridad, trabajo en equipo,
autoestima, superación de la frustración ante la derrota…
Y así fue como “Chiqui” (José Ignacio
Mantecón sj), sacerdote jesuita que lleva viviendo y trabajando en El Agustino
más de treinta años y actualmente es asesor para la educación y rehabilitación
de jóvenes en toda Sudamérica y Premio Nacional por la Paz en 2015, empezó a
trabajar con los más pequeños como una forma de prevenir una futura vida de
violencia. Creamos la Escuela Socio-deportiva “Martin Luther King” en la que
participan niños y niñas de 5 a
17 años. En la Escuela Socio Deportiva M.L.K. nuestro lema es: “El balón como
excusa, la felicidad como objetivo”. Es
admirable ver de qué manera estos niños y niñas van cambiando sus actitudes,
mejorando su autoestima, su relación con los otros compañeros y su vida de
familia. Entendemos el deporte no solo como actividad recreativa y competitiva
sino como un camino para fortalecer la formación integral de la persona. Por
eso tratamos de que nuestros entrenadores y entrenadoras sean a la vez
formadores que acompañen el proceso personal de los niños, niñas y
adolescentes. Tratamos de formar buenos deportistas pero sobretodo buenas
personas actuando en la inclusión social de los sectores más marginados de
nuestra sociedad.
Pero, además de todo esto, es preciso
involucrar a dos actores fundamentales para el cambio que pretendemos se de en
la persona y la sociedad: la familia y la comunidad. Necesitamos que la familia
entienda que el deporte es parte imprescindible del desarrollo de sus hijos e
hijas y comparta nuestros valores y que los vayan integrando en la vida
familiar. Por eso, paralelamente, tenemos tiempo para la formación de los papás y las mamás de nuestra Escuela Socio
Deportiva y espacios para que papás, mamás, niños, niñas, adolescentes y
entrenadores-educadores practiquen deporte conjuntamente. Por otra parte, es
importante que la comunidad se apropie de los espacios públicos deportivos y
llegue a considerarlos espacios de formación para sus vecinos.
Gran parte de este trabajo ha sido posible
gracias a la colaboración que en 2008 dio la “Penya Valencianista per la
Solidaritat”. Con su aporte pudimos poner las bases para construcción de lo que
hoy es el Estadio Municipal de El Agustino donde desarrollamos nuestras
actividades deportivas. La Penya supo entender la importancia de esta manera de
hacer deporte con contenido social y educativo.