Benín es un país africano muy dependiente de los precios del
algodón, su principal producto de exportación, y manifestación de su débil
economía pues todavía está basada principalmente en la agricultura. La escasez
o ausencia de materias primas geoestratégicas ha permitido al país
desarrollarse en relativa paz, principalmente bajo la esfera de influencia
francesa, si bien en la actualidad las fuertes inversiones chinas en la zona han
cambiado este escenario. Una renta per cápita de 1.500 $, una esperanza de 59
años, un índice de alfabetización de un 35% y una incidencia del SIDA en la
población de un 1,2%, entre otros factores, lo sitúan entre los veinte países
más subdesarrollados del planeta, aunque al menos la mayor parte de la
población tiene acceso a alimentos básicos.
En cualquier caso, la situación sigue siendo muy precaria,
especialmente para las mujeres y los niños menores de cinco años, que apenas
tienen acceso a servicios sanitarios y de educación, acentuándose la
precariedad en las zonas rurales. Benín es así uno de los países más pobres del
mundo ya que más del 30% de su población vive por debajo del umbral de pobreza.
Las zonas rurales la sufren en mayor medida que las urbanas. Tres de cada cinco
benineses afirman que sus condiciones de vida son desfavorables y los continuos
desastres naturales que afectan el país hacen que la vida de los benineses sea
aún más dura. En 2010, Benín sufrió la inundación más devastadora de su
historia, lo que ocasionó aún más dificultades en el bienestar de sus
habitantes.
La tasa de mortalidad infantil es especialmente elevada en
Benín, y las estadísticas ponen de manifiesto que el 15% de los recién nacidos
tienen un peso inferior al normal. A pesar de que, la situación ha mejorado,
los niños benineses todavía sufren de forma continua enfermedades que, en
ocasiones, son mortales, como la malaria, el SIDA, enfermedades de tipo
respiratorio, o incluso diarrea. Además, las infraestructuras y el personal
sanitarios del país son insuficientes.
Tema aparte es el de la mutilación genital que sufren las
niñas. Esta práctica aún existe en algunas regiones de Benín y las condiciones
de precariedad y falta de higiene en que estas circuncisiones se llevan a cabo,
conllevan, a menudo, graves consecuencias en la salud de las jóvenes. Este
procedimiento desemboca, con frecuencia, en infecciones, hemorragias y otros
problemas de salud más graves. Tampoco faltan creencias que fomentan prácticas crueles
e inhumanas hacia los niños en determinadas zonas. De acuerdo con estas
costumbres, si un niño nace con alguna deformidad, si una madre muere durante
el parto, o incluso si un bebé nace en posición de nalgas, se considerará que
el niño está maldito. A estos niños les aguarda un destino fatídico, puesto que
se les considera anormales y son entregados a verdugos.
No menos llamativo es el asunto del matrimonio infantil. Más
de una tercera parte de las niñas de Benín son obligadas a casarse antes de cumplir
los dieciocho años. Además, son educadas desde muy jóvenes para cumplir su
futuro papel de esposas. A menudo, estos matrimonios afectan a la salud de las
niñas, puesto que aún no comprenden todo lo que el matrimonio implica. En
Benín, el 40% de los nacimientos no se registra de forma oficial. Estos niños
no poseen, por lo tanto, ni identidad oficial ni nacionalidad. El abandono de
niños no está tipificado como delito y la trata de menores y la explotación
infantil se encuentran a la orden del día.
Nattitingou, con 112.000 habitantes, es capital de la
provincia de la Atadora que se encuentra al noroeste de Benín, a más de 600 km
de Cotonou que es la ciudad más importante con puerto de mar del país. La parte
norte está mucho más afectada por la pobreza por su lejanía con el único puerto
de mar por lo que se considera fundamental la construcción de instalaciones
deportivas para ofrecer alternativas y facilitar el desarrollo físico y mental
de los niños y jóvenes y conseguir que ocupen su tiempo libre haciendo deporte.
Así en febrero de 2008 nuestra Penya Valencianista per la Solidaritat concedió
una importante cantidad para financiar el proyecto “Formación Deportiva y
Construcción de un Campo de Fútbol en el Colegio de Educación Secundaria de San
Agustín”. Este proyecto benefició a 500 niños y niñas alumnos del propio
colegio pero el campo también es utilizado en horas extra escolares por la
población del entorno. Con esto demostramos que la solidaridad valencianista es
mucho más que solo una bella ambición.
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