EL ESCUDO DEL VALENCIA EN UN ORFANATO DE LETONIA.
Unos nueve millones de niños de todo el mundo viven
internados en orfanatos o residencias infantiles. Se trata de niños y niñas que
sufren la pobreza, que son víctimas de conflictos armados (niños huérfanos por
la guerra, refugiados o separados de sus familias), afectados por el SIDA y
menores discapacitados, entre otros. En España el acogimiento residencial se
produce con las malas relaciones familiares, las dificultades económicas, la
incapacidad de los padres o la llegada de menores inmigrantes no acompañados.
Pero es en la Europa Central y del Este donde, de forma llamativa, un millón de
niños viven internos en instituciones, siendo Rumanía, Rusia y Letonia los
países que han sufrido un aumento más considerable.
En el caso de Letonia, el posible remedio que propiciaría el
voluntariado local se encuentra con que no tiene prestigio. Los ciudadanos no
se involucran porque falta información y tiempo, son escasos los ciudadanos
motivados para emplear parte de su tiempo libre, conocimientos y aptitudes en ayudar
a otras personas que se encuentran en situaciones difíciles. Esta circunstancia
se debe en buena parta a la falta de un nivel de bienestar básico. La ausencia
de una clase media estable hace que personas que quieran involucrarse en
programas de voluntariado ya que la experiencia prácticamente universal muestra
que la mayoría de los voluntarios no vienen ni de los pobres ni de los ricos, y
son abundantes donde hay una amplia clase media.
Por ello, estudiantes valencianos del Club Universitario
Carel han venido realizando durante distintos años tareas solidarias en el
orfanato Grasu Berna Ciemats de Cesvainne (Letonia). Junto a ellos, han
participado también universitarios holandeses, lituanos y letones, con un
ambiente internacional muy positivo para todos.
Los voluntarios, en torno al medio centenar en total, han
estado desarrollando tareas de reconstrucción de instalaciones deportivas,
llevando desde Valencia todo el material
necesario, desde los elementos para montar porterías hasta pinturas para hacer
las líneas de las canchas. También se ocuparon de la construcción de una granja
para animales domésticos con un vallado en un recinto habilitado para el ganado
que se encuentra al cuidado de los chicos del orfanato. Además de estos
trabajos, los universitarios organizaron y participaron en actividades
deportivas y de tiempo libre dirigidas a los niños del orfanato con la
aportación en 2005 de la Penya Valencianista Solidaritat de distinto material
deportivo y medio centenar de equipaciones completas del Valencia que hicieron
muy felices a los niños. Estos voluntarios ayudaron del mismo modo en las
tareas de restauración de un caserón en el que se desarrollan actividades de
pre-tecnología y manualidades con los chicos internos, además de contribuir a
la creación de un vivero. Asimismo, la labor de los jóvenes universitarios también
consistió en cortar y ordenar gran cantidad de leña para alimentar las
chimeneas durante el invierno, drenajes de diversas áreas y accesos a
viviendas, poner en funcionamiento un pozo de evacuación de agua, llevar a cabo
los primeros pasos en la elaboración de una granja con diversas labores de
jardinería.
Pero no faltó tampoco el elemento humano pues los
universitarios compartieron parte de su tiempo con los niños del orfanato proporcionándoles
así un clima óptimo para su desarrollo emocional, ya que muchos de ellos
padecen carencias fruto de una infancia problemática. El objetivo de la granja
escuela es formar a los jóvenes en las tareas agrícolas que constituyen la base
de su economía, así como proporcionar un foco de desarrollo local a través del
turismo rural y la recuperación de especies animales autóctonas. ¿Quién le pone
fronteras al valencianismo solidario? Nosotros no.
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